Thursday, 14 July 2016

DESTRUIR-CONSTRUIR, exposición en SPAZIO ZERO GALERÍA [caracas julio 2016]

SpazioZero Gallery | Main space | 2016

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EL23DEENERO-DESTROY-RE-BUILD-AUTO-ARCHI-20160508B | 28 X 28 cm | Digital drawing on an antique photo | 2016


EL23DEENERO-DESTROY-RE-BUILD-AUTO-ARCHI-20160603C | 28 X 28 cm | Digital drawing on an antique photo | 2016



SPAZIO ZERO GALERÍA | Exposición “DESTRUIR-CONSTRUIR”
de Rafael Rèveron-Pojan
Caracas julio 14 de 2016.
 La dialéctica de la construcción en la obra “destruir-construir” de Rafael Reveron-Pojan
 
Una mirada penetrante o una observación detallada del mundo, de las edificaciones –del entorno arquitectónico en el que vivimos- o de la vida puede reconocer cómo toda construcción es simultáneamente una destrucción, cómo todo aparecer implica desaparición o cómo toda manifestación es también un ocultamiento. Según muchos pensadores, tales como Nietzsche o Benjamin, este movimiento propio de lo vital es también lo que caracteriza el proceder de la cultura y la historia, de modo que en todos estos ámbitos el surgimiento o la emergencia de “algo” ocurre necesariamente a partir de la devastación o aniquilamiento de “algo otro”, sea esto “otro” algo previo o simplemente otra posibilidad de ser. 
En el arte moderno, esta comprensión “dialéctica” de los procesos creadores se presenta como un tema importante de exploración que, a lo largo de su historia, ha asumido distintas formas de concretarse artísticamente. En este sentido, muchas obras modernas intentan re-presentar esa dinámica propia de lo existente, y lo hacen desarmando las normativas, formatos y nomenclaturas gráficas establecidas para la representación, despojándose de las convenciones figurativas o abriéndose hacia lo efímero y transitorio. En el arte contemporáneo, por su parte, esta dialéctica de lo existente, esta articulación entre construcción y destrucción, se complejiza gracias a diversos factores, entre los que podemos contar: la aparición de la dinámica poli-vectorial propia de las redes y los sistemas de información, el traslado de los procesos “autorales” desde instancias subjetivas a sistemas y aparatos, y la comprensión de la “obra de arte” como un evento relacional y significante.
El trabajo artístico de Rafael Reverón-Pojan se hace cargo, desde distintas estrategias formales y visuales, de esta dialéctica de los procesos constructivos, elaborando unos “objetos” inquietantes que quiebran el juego de las oposiciones para sostenerse en sus tensiones, para inscribirse en ese lugar de incertidumbres que aparece cuando el tradicional “espacio de la representación” se abre a una secuencia de negaciones, de refutaciones, tanto ideales como formales.
Lo primero que llama la atención en estas obras es cómo ellas, a pesar de ser elaboradas artesanalmente (desde el trabajo de la mano), quieren ser registros, es decir, quieren ser el producto de un cierto “automatismo”, de una especie de procedimiento “maquinal”, en el que se plasme, se re-presente, el complejo proceso de elaboración gracias al que se han convertido en “obra”. Un registro del hacer y, como tal, un registro de la serie de procesos dialécticos, de negación y refutación, con los que se constituye cualquier figura, cada obra. Un registro en el que la “construcción” se exhibe como un devenir, es decir, como un “llegar a ser” a partir de un “dejar de ser”, pero como un “devenir maquínico” diría Deleuze, en el que es la propia figura –el “algo” construido- el que anuncia y formula sus negaciones, sus potenciales transformaciones y aperturas, desde la clausura de cualquier constitución definitiva. Bien lo dice Rafael Reverón-Pojan cuando, al comentar acerca de la serie de obras afirma que cuando la “imagen” empieza a tornarse figurativa, a semejar algo en particular, es ese mismo carácter icónico el que fuerza un proceso de negación, de silenciamiento, de destrucción. Por ello, esas grandes telas “azul y rojo” están graficadas con unas intrincadas redes de líneas que al  obliterarse, quebrarse, intersectarse y yuxtaponerse unas a otras logran concretar una suerte de elusiva “geometría reticular” en constante expansión y negación. Una geometría reticular en la que un juego de presencias y fantasmas, de figuras que se quiebran y desdicen, de vacíos que oscilan en un aparecer que puede ser simultáneamente fondo o figura, se concretan como constitución temporalmente dilatada de un espacio: un ámbito inasible –irreconocible- hecho de las huellas y las marcas de su propio proceso de figuración y constitución, de la secuencia de elementos con los que se ha intentado su apropiación.
 En este “devenir maquínico” de la construcción la figura del “autor” se desplaza, no está inscrita ya en un conjunto de decisiones subjetivas o voluntarias, sino justamente en los mecanismos propios del sistema constructivo que en cada obra se concreta. El “artista” se convierte en una suerte de operario, y lo que formula no es una “obra” sino un “sistema de elaboración” al que deja fluir y reitera. El “sistema” opera por medio de la incorporación de una ruptura, de una fractura o una denegación, en cada atisbo de figura que aparezca, gracias a ello cada obra es el desarrollo reiterado de este principio, llegando en ciertas piezas (aquellas que denomina piezas-instalaciones) a incorporar la tela –el soporte mismo- sobre el que se realiza la maraña de redes lineales al juego de rupturas, y transformando el formato cuadrado o rectangular –cortado y vuelto a coser- en un figura des-informada que bien pudiera ser un “papagayo”, un “ala” o una “hamaca”, y que dinámica y variable en sí misma se convierte en “algo delimitado” sólo en el encuentro con el espacio que ocupa, en el que se instala.
Por otra parte, no sólo la figura del “autor” se ausenta, sino que el “sistema” mismo al operar de acuerdo a un principio que lo obliga a su propia deconstrucción, de acuerdo a una estrategia que le impide conclusiones y concreciones, exponencialmente se hace auto-performativo y, a la manera de las redes telemáticas de información y comunicación, se inscribe en el mundo como un productor de superficies maleables, de superficies de algún modo infinitas en las que cada obra funciona como un encuadre, un recorte. Por último, este trabajo que pareciera ser tan “abstracto” es, sin embargo, referido constantemente en las palabras de Rafael Reverón-Pojan a eventos cotidianos, a edificaciones y cosas que conforman el entorno inmediato, a sus memorias y vivencias, de modo tal que el “sistema” no sólo se propone como una estrategia de construcción artística sino también como un modo de suscitar y establecer variados plexos de vínculos entre las obras y la experiencia, entre los objetos y las ideas, entre las imágenes y el mundo en el que se incorporan.
 
Sandra Pinardi
Julio 2016



A propósito de la muestra individual “destruir-construir” del artista Rafael Reverón-Poján en la galería Spazio Zero que abre al público el jueves 14 de julio de 2016.



TEORÍA DE SUPERCUERDAS


Durante mis años de infancia solía quedar absorto con los juegos de cordel que practicaban mis hermanas. Me producía una rara fascinación ver como el movimiento de sus manos tramaba en urdimbre lo que mis manos no lograban convertir sino en maraña. Los pasos se iban sucediendo en diversas estaciones en que hilos y dedos jugaban en el espacio. Algo parecido ha estado haciendo Rafael Reverón-Poján, un inquieto hacedor gracias a cuyas manos diestras se tejen con carácter los hilos delicados con los que construye y desintegra su propio cosmos.
La primera vez que estuve en presencia de la obra de Reverón-Poján, vino a mi mente de súbito la idea de la teoría de cuerdas. Ya la había visto antes en imágenes que me llegaban vía medios internáuticos, pero una cosa es ver y otra contemplar, paladear con los ojos. Obviamente Reverón-Poján no es, no aspira a ser, un hombre de ciencia; pero para cualquiera que contemple estas mismas obras la asociación no resultará demasiado caprichosa, espero.
La teoría de cuerdas, también llamada de súpercuerdas, es una teoría cuántica de la gravitación, un modelo teórico que asume que las partículas materiales subatómicas aparentemente puntuales son en realidad estados vibracionales de objetos unidimensionales extendidos básicos, filamentos, líneas espacio-tiempo en amasijo, minúsculas cuerdas que vibran en más de cuatro dimensiones (un total de once según su última versión, la teoría M).
Hacia el final de la entrada que aborda este tema en la Wikipedia y que he intentado sintetizar en el párrafo anterior, se plasman algunas opiniones de los detractores de la teoría; quienes alegan que los físicos que han trabajado en este campo hasta la fecha no han podido hacer predicciones concretas con la precisión necesaria para confrontarlas con datos experimentales y que la teoría postula que el espacio físico tiene seis o siete dimensiones mas, simplemente para asegurarse consistencia matemática. Puesto que estas dimensiones extra son inobservables, y puesto que la teoría se ha resistido a la confirmación experimental durante más de tres décadas, sospechan que en realidad sea ciencia ficción, o al menos, ciencia fallida; una pseudociencia que convierte la conjetura teórica en fantasía. En algún punto se abordan las palabras del filósofo de la ciencia Mario Bunge, que rezan: la consistencia, la sofisticación y la belleza nunca son suficientes en la investigación científica.
Este es el punto que creo interesa a los efectos personales de percepción de la obra de Reverón-Poján. La consistencia, la sofisticación y la belleza pueden -y de hecho lo hacen- constituir una aspiración valida en la consecución de un cuerpo de trabajo artístico como este. La palabra fantasía tampoco sobra en esta ecuación, sobre todo si se maneja bajo un rigor tan aparente como el de la conjetura teórica. También en este punto, entiendo, se podría estar pecando de literalidad, pero se hace deliberadamente, ya que esas líneas que van y se devuelven, templadas, cromáticamente vibrantes, definen una dimensión espacio-temporal propia, casi -podría decirse- se puede escuchar el sonido que se despide de su tensión.
Estos pareos son útiles y válidos siempre que no se tomen demasiado en serio, ni se lean mas allá de la expresión metafórica que pretenden ser, sobre todo porque no logran agotar la lectura de cualquier obra rica en asociaciones como sin duda lo es esta. Intentaré someramente abordar algunas de esas otras asociaciones sin ningún orden particular valiéndome del recurso de esta metáfora ahí donde calce.
La obra de este Reverón presenta tantas facetas como líneas de investigación asume su trabajo, con amplios resultados. Me pregunto si hay un denominador común y a vuelo de pájaro me respondo que sí. La palabra fantasía se vuelve a asomar, esto porque se observa una condición juguetona presente en las diferentes facetas. Una condición donde la obra de un homo faber muchas veces aspira a la presencia de la huella de la fabricación, de manera que con frecuencia pareciera no buscarse un acabado pulido, sino por el contrario, que las costuras, literal y figurativamente, queden como evidencia de un proceso y simultáneamente como parte constitutiva y medular del resultado.
Hay artistas atormentados que drenan sus demonios en su producción, pueden ser crípticos en sus códigos o abiertamente catárticos. Si Rafael Reverón sufre o desahoga algún tormento en su labor artística, a quien escribe le ha sido vedada la evidencia. Resulta en cambio obvio el goce del misterio que invita al descubrimiento por parte de quien teje un universo y nos asoma a su totalidad desde el fragmento de cada muestra, porque pareciera que el mismo lo va descubriendo al inventarlo.
Así aparecen madejas difíciles de devanar, redes envolventes y polivalentes, ya que funcionan como artilugios de la abstracción tan válidamente como se nos presentan como grafías superpuestas a fotografías intervenidas: la trama como espacio autónomo o como intervención de otra realidad. Palimpsestos iconográficos simultáneamente bidimensionales y espaciales. Este proceder polivalente delata una cierta -y en este caso afortunada- carencia de dogmatismo en el abordaje de la empresa artística, pero no se debe confundir la ausencia de doctrina con la falta de rigor, o en todo caso, si hay un sistema conceptual gobernando coherentemente esta producción, su naturaleza es abierta. Actitud esta que hace recordar a la de cierta fase en la obra siempre lúdica de Alexander Calder, cuando hizo con total comodidad la transición entre la figuración estilizada y una abstracción de talante casi infantil.
También están los patrones, literalmente hablando, como si se tratara del trabajo de un sastre del arte que se vale, como materia prima a intervenir, de su producción durante su formación de arquitecto. De esta toma viejos planos dibujados a mano, los recorta e interviene cromáticamente, para empatar los retazos, no con zurcidos, sino con costuras de hilo que dibujan un fuerte y marcado pespunteado, dando como resultado “mapas” de contornos irregulares que desestiman la idea de marco, a lo Frank Stella. En la medida que se pasa de las dos a las tres dimensiones, las costuras se hacen mas gruesas, los materiales menos nobles (cartón), y el proceso se comienza a evidenciar aún mas en el resultado, que pese a lo crudo no pierde ni su delicadeza, ni cierto extraño lirismo evocador. Es ahí donde los recursos del injerto, el empate y el remiendo no se agotan. Tampoco el color, siempre presente (predominando el rojo, el azul, el negro, el gris y el blanco); cuando no protagoniza le hace contrapunto al material, ya sea en una suerte de sombrero de cartón colapsado, tras un viscoso engrudo cuya presencia se deja palpable, o hasta discretamente en ciertos transparentes artefactos voladores que no vuelan porque no saben si son cometas o flácidos dirigibles, o en maquetas de arquitecturas que no son ni maquetas (son el objeto acabado), ni arquitecturas (son objetos del mundo del arte). Así se dan unos flujos y reflujos desde una y hacia otra disciplina. Hay sí, una ambivalencia difícil de desestimar: una vocación que se inscribe indudablemente dentro de la robusta tradición del arte constructivo venezolano convive, simultánea, con una indudable sensibilidad pop, pero de forma orgánica e integrada, en natural antítesis armónica. En este particular luce ineludible comentar patentes resonancias de las obras de GeGo y Alejandro Otero; ecos casi omnipresentes que han sido digeridos, sintetizados y asimilados al ADN de Reverón-Poján. Parafraseando a Picasso, este artista no los copia, los roba.
Etimológicamente la palabra cuerda proviene del vocablo latín chorda, cadena; el diccionario de la Real Academia Española le otorga entre otras muchas acepciones “juego infantil (…)”e “hilo (…) que (…) produce sonido por vibración”. Además está el vocablo cuerdo, este con origen en cordis, corazón. Es un giro interesante que en nuestros tiempos el vocablo cuerdo describa, haciendo caso al mismo diccionario, a quien “está en su juicio” y es “prudente”, aquel quien “reflexiona antes de determinar”, lo cual no resulta muy alusivo al corazón. Lo que llama la atención, además, por la secular fama de criatura dionisíaca que precede a la idea del artista arquetípico.
Borges, al hablar de cierto juego de mesa “infinito”, afirma que “adentro irradian mágicos rigores”, e insiste acerca de “un rigor adamantino”, duro y cristalino. Borges está describiendo al ajedrez, un juego cuyo “anfiteatro es hoy toda la Tierra”. Cuenta cierta fábula que el inventor del ajedrez rechazó las ofertas de recompensa de su muy satisfecho rey. Ante su impenitente insistencia, aceptó entonces recibir un grano de arroz en el primer casillero, dos en el segundo, cuatro en el tercero y así sucesivamente, doblando la cantidad en cada casilla. Aunque al rey le pareció poco en un principio, resultó no haber suficiente arroz en todo el reino. La leyenda no cuenta qué tal jugaba el juego su inventor; quizás no haga falta, los creadores de instrumentos no suelen ser sus mejores ejecutantes.
Sin duda hay mucho de Dionisio en cualquier gran jugador, pero no hay menos de Apolo. Vocación lúdica y rigor conviven, me atrevo a afirmar, a lo largo de todo el cuerpo de la obra de Rafael Reverón-Poján, volador de papagayos estacionarios, tejedor de redes polícromas, costurero del fragmento, cartógrafo de injertos, inventor de juegos cuya nada deleznable recompensa resulta de saber jugarlos.



Óscar Alberto Rodríguez Barradas
Caracas, 12 de julio de 2015
A propósito de la muestra individual “destruir-construir” del artista Rafael Reverón-Poján en la galería Spazio Zero que abre al público el jueves 14 de julio de 2016.



Entrevista realizada por Alberto Asprino a Rafael Reverón-Pojan
                                               
                                              
El escenario de nuestras artes visuales ha venido sufriendo en los últimos años el éxodo de un gran número de creadores visuales, que buscando mejor calidad de vida y oportunidades profesionales, se han sumado a cientos de compatriotas que por los mismos motivos han tenido que dejar al país, con la mirada puesta en nuevos horizontes como compensación existencial. Justamente el espacio emocional que retrata esa despedida es la obra de arte "Cromointerferencia de color aditivo" (1974-78) de Carlos Cruz-Diez, que ya se ha hecho imagen simbólica de ese desarraigo.
 
Rafael Reverón-Pojan por su parte hace el viaje inverso, regresa al país hace tres años, después de haber vivido por largo tiempo en Inglaterra, Italia, Francia y España fortaleciendo sus proyectos de vida, entre los cuales destaca el arte con gran significacion, como plataforma para su nueva estancia venezolana.
 
Alberto Asprino: ¿Por qué regresas en un momento tan coyuntural tanto a nivel político como social?
 
Rafael Reverón-Pojan: Después de ir y venir varias veces, llega el momento de desmitificar ese paradigma del "aquí y el allá"... Uno siempre está en pleno viaje, nunca hay retorno posible y para mí este "estar aquí" es un viaje más entre otros lleno de aventura y de descubrimientos significativos. La vida da muchas vueltaS... antiguamente pensábamos más en el "aquí y allá", ahora vivimos un poco más en el "ahora y el después"... Me tocaba este viaje y aquí estoy sacándole el mejor partido a esta interesante circunstancia...
 
AA: No solo regresas sino que también afirmas tu vocación artística, nutriendo ese campo creativo que te viene acompañando por casi dos décadas, ¿Sientes que el arte mantiene su capacidad libertaria y reveladora como para refugiarte en él y permitir tu propia realización como persona?
 
RRP: Uno es lo que es, lo que se hace, lo que se construye... Desde pequeño yo quería ser un "colotordoc" (doctor loco al revés), una especie de científico loco, construir robots, máquinas, rayos láser, naves espaciales, respiración bajo el agua... y todas esas cosas que de pequeño nos llaman la atención... Después fui creciendo y me di cuenta que ese "científico loco" era el deseo de crear en libertaD y me sentí un verdadero "niño-artista"... Así, siempre me he sentido artista desde muy pequeño, siempre me gusto mucho dibujar y construir cosas, en mi familia hay una larga tradición del construir con las manos... El Arte para mí va más allá de ser una profesión, en ella encuentro una conexión muy profunda con el misterio de "lo humano"... Ser artista es vivir en una constante convivencia con la noción de "lo humano" del humanismo... Para mí el arte trasciende la idea de refugio... Y cada día estoy más en consonancia con su carácter "libertario", el arte puede ser muchas cosas y dejar de ser otras tantas, pero lo que sí es primordial y esencial en su ejercicio, es el encuentro inagotable con la "libertad" y su no fronteras...
 
AA:¿Qué te traes de ese largo vivir en países tan disímiles?.
 
RRP: Nuevamente, creo que si algo tiene el viajar es ese encuentro verdadero con la noción de "lo humano"... Viajar es La Universidad del humanismo... Perder los contextos te hace perderte en ti mismo, encontrarte con lo esencial de ti... Y de todos... Luego, por otro lado, si eres artista, el viajar es una fuente de inspiración concreta y reveladora... Vives constantemente sumergido en ese experimento de "verlo todo por primera vez"... Todo es caso de estudio... Viajar nutre y sana al espíritu...
 
AA: ¿Cómo influyó ese residir en tu trabajo?.
 
RRP: El viajar casi que es mi trabajo en sí (es una broma). Pero todos esos lugares, sus gentes, experiencias, vivencias han ido llenando el baúl de objetos significativos para mi vida y para mi trabajo... Mi obra tiene mucho de dejarme permear por el lugar, dejar que el lugar aporte las referencias, la materia, sus conexiones, valores, etc. y que la obra sea una re-configuración del lugar. Por ejemplo en esta muestra de SPAZIO ZERO, la cual he titulado "destruir-construir" emerge de vivencias y reflexiones sobre la actualidad local, intento profundizar sobre esa noción, por cierto muy "humana" del construir el progreso, esa especia de "modernidad detenida" en la que habitamos nuestra idea de nación, de colectivo. Pareciese que la idea de "destruir" es una verdadera estrategia de salvación en nuestros días. Nada más destructivo que el construir... Nada más constructivo que el destruir... En mi pintura, ese viaje por Caracas me ha llevado a considerar la tela en blanco (el canvas) con un objeto construido y no como un soporte "vacío" o una "nada"... Sobre ese objeto la pintura funciona como una estrategia de "destrucción", una especie de "palimpsesto" que arrasa con el objeto "originario" y se va destruyendo a medida que se construye.
 
AA: En tu trayectoria plástica hay una obra emblemática que distinguió tu proceso y desarrollo en la década de los Noventa: "El Golem", presentada en el Salón Pirelli  de Jóvenes Artistas, presentado en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 1997, con la cual abrazaste el espíritu joven de toda una época, que trazó generacionalmente nuevos caminos y perspectivas en el arte venezolano. ¿Te queda algo de ese sentir?.
 
RRP: Me queda todo... En ocaSiones pienso que las obras son diferentes respuestas a una misma pregunta, una pregunta "olvidada" en el tiempo y que sigue presente hoy en día, pero sumergida. Esa obra "Der Golem" fue una conexión muy vivida y sentida con esa historia de la cultura Judía, ese "CREAR" intentado "SER" Dios, pero nuevamente demasiado Humano y lleno de imperfecciones, finalmente un poco fracasado en su ambición... Él Golem también marcó una época muy interesante para mí, recién graduado en la universidad, fue como un primer paso en el mundo de las artes, conocí gente muy valiosa y muy querida, a Luis Ángel Duque, a la Sra. Sofía Imber, a ti Alberto Asprino y a muchos más... Gente que de una manera u otra marco un poco lo que hoy es mi obra y mi trabajo. Él Golem es una especie de metáfora con ese país que quizo ser... Y se diluyó en sus defectos... Esa criatura que se desplomó por mirar a la sombra.
 
AA: En tu formación profesional se genera un gran encuentro: los estudios artísticos y la arquitectura, entendiendo que primero incursionas en el arte, decisión poco usual ya que por lo general la arquitectura conlleva, casi por naturaleza, a la expresión artística. ¿Cómo se aliaron estas disciplinas para el desarrollo de tu indagación plástica y conceptual?
 
RRP: Como te comenté anteriormente, yo siempre, desde muy pequeño tuve la certeza de ser artista... Así que cuando me tocó decidir qué estudiar en la universidad fue muy fácil... Y la arquitectura estaba allí, muy cerca, tenía primos, tíos y buenos amigos arquitectos, me encantaba dibujar, era como obvio que debía estudiar arquitectura. Por otro lado la arquitectura es una de esas carreras "universales" sirve para todo, todo ser humano en lo profundo es un poco arquitecto, el habitar es como el paradigma de la arquitectura... Todos tenemos esa noción del habitar y todos somos un poco arquitectos... También, la arquitectura te entrena a mirar, a observar y en el arte eso es muy importante y no menos importante la noción de "proyecto"... Así que todos esos componentes fueron dando base a mi formación. Luego vino el estudiar Arte, en Londres... Y allí se termino de definir y comprometer "los deseos".  Mi obra considera el espacio como materia fundamental de trabajo, lo constructivo es esencial para mí. Mi obra intenta un poco ser como la ópera, ese espacio y tiempo donde todas las artes se vinculan... 
 
AA: Tu obra se caracteriza, de alguna manera, por proponer una alianza con el espacio, buscando a la vez trasmutar los materiales, convirtiéndolos en entornos y soportes matéricos, en pieles sensibles que conforman un todo.¿En el concepto primigenio de tu búsqueda aflora el arquitecto?.
 
RRP: Si consideramos al arquitecto como ese creador, constructor de ese espacio abstracto del habitar... Entonces, creo que si aflora en mi el "arquitecto". Mi trabajo es muy constructivo, tiene ese carácter de "proyecto" que tiene la arquitectura. Ese tránsito del sentir a la imagen, a la idea, el dibujo como herramienta para imaginar, para proyectar algo que no existe en un algo que existirá, que se modelara, que se construirá... La materia, las ideas, el proyecto, el construir, destruir, reconstruir, son caminos que tránsito constantemente en mi trabajo.
 
AA:¿Planificas cada una de tus propuestas o dejas al azar ese trazo que te caracteriza, esas líneas puntuales que configuran tus obras?.
 
RRP: Creo que con el tiempo, esa idea de proyecto que lo calcula todo se ha ido relajando... La libertad y el error son grandes aliadas en mi trabajo hoy en día. Cada día creo más en el error y En el azar como proceso, como herramienta. Este ejercicio pictórico que muestro en esta exposición tiene mucho de azar y coincidencia... Por ejemplo, casi en un 80 % todas las pinturas las realice escuchando la misma música una y otra vez... "Movement" de Janne Nummela músico experimental finlandés. Música que encontré por casualidad haciendo un search sobre Beethoven en Google y sin pensarlo mucho decidí que debía ser una especie de estímulo sonoro que acompañaría el proceso de pintar... Así, como esta variable de la música hay muchos otros vínculos y conexiones que el trabajo va asumiendo al azar y que marcan su morfología. Otra presencia del error y el azar pudiera ser el escoger estrictamente para pintar los colores: azul, blanco y rojo. Esta es una conexión por error con una historia muy particular del director de cine Krzysztof Kieślowski y su famosa trilogía "Trois Couleurs, Bleu, Blanc, Rouge"... Más o menos así el azar y el error van tejiendo una compleja tela de conexiones, vínculos, líneas, errores, azar, referencias, etc... Sumergidas todas en las obras.
 
AA: En tu obra reciente se observa la utilización de medios mixtos, los cuales van creando planos referenciales, cuerpos sustanciales, espacios habitables de la mirada, de la memoria. ¿Influye tu entorno a la hora de amalgamar todo cuanto vives y experimentas emocionalmente?.¿Con qué te abrigas a la hora de trabajar?.
 
RRP: Aunque siempre he pensado que el entorno influye significativamente en mi trabajo, creo que al principio no era tan consciente, esa primera etapa post universidad el proceso se daba más en torno a la noción de "proyecto", quizás un buen ejemplo sería el caso de "El Golem", esta obra se da como un proyecto para el Salón Pirelli y como proyecto, tenía todas sus etapas bien definidas, áreas de interés, idea, concepto, etapa de sketches y diseño, planificación, construcción, etc... Con el tiempo eso ha cambiado, quizás donde cambió radicalmente fue en Londres, allá en la Universidad las cosas las hacíamos de otra manera, mi trabajo se enfocó más en el entorno inmediato, en la cotidianidad, en mi propio tránsito y como este recorrido iba dando las pautas y las direcciones. Ese fue un momento increíble, sentirte que eres artistas 24 horas por 365 días te hace pensar en la universalidad de tu "qué hacer"... Londres es quizás el lugar y el tiempo donde "queme mis naves" con el "Ser Artista", los procesos empezaron a ser más reflexivos sobre el paisaje, el entorno y su influencia... Empecé a ser más recolector que nunca, tomaba fotos hasta de la basura que producía diariamente, grababa en un minidisc mis recorridos en bici por la ciudad, dibujaba las vibraciones y movimientos de mis viajes en los metros y trenes, hice largos paseos en solitario con mi bici al sur de Londres a la costa, todo empezó a ser un caso de estudio. Y ese viaje no ha terminado, aquí seguimos, mis líneas azules y rojas son en parte una metáfora de la "guerra" entre rojos y azules en que vivimos los venezolanos en la cotidianidad... Mi sentir como artista es más o menos como el de un naturalista en un viaje sin fin...
 
AA: ¿Tienes algún referente del arte venezolano?.
 
RRP: Muchos... Quizás el primer artista en mi vida de infante fue Armando Reverón y es obvio, en mi casa se hablaba de él, de su cercano o no parentesco con la familia... A mí siempre me cautivo Reverón y su obra desde muy niño, esa cosa "inacabada" que hay en sus pinturas y objetos, ese "socio" que es otra forma de pincelada, sus muñecas, sus artefactos, sus objetos... Mi obra tiene mucho de ese "sin terminar", de ese "tiempo" que se hace presente en el polvo, en el desgaste.
También desde niño me gustaba mucho Alejandro Otero y Mercedes Pardo, ellos vivían en el camino a mi colegio, así que, yo pasaba todos los días por un caminito al frente de su casa... Otero es como el gran Maestro-Profesor de las Artes en Venezuela, escribió mucho y allí están sus ideas, sus formas y deformaciones, su sentir, su color como quemado por el sol... Otero es como el Picasso Venezolano. Ya un poco más grande, alucine la primera vez que vi la Reticulárea de Gego en la GAN, me impactó de sobremanera... Gego en mi obra está presente por todos lados, en las ideas, en lo material, en su formalidad, en esa obra que se hace con las manos, poco a poco, tejiendo la tela, en la espacialidad, en esos pequeños dispositivos que dan sentido constructivo a la materia, en la arquitectura del arte. Y si hablamos de artistas emergentes de mi generación, creo que me quedo con Javier Téllez, denso, profundo y multidimensional, un artista sumergido en su propia historia, que está y va más allá de nuestra época.
 
AA: La obra de arte por lo general es vivo retrato de quien la crea.¿Te sientes retratado en ella?.
 
RRP: Completamente... Mentir es imposible. Cada día me siento más presente en mi obra, cada día creo más, en eso que decía Alejandro Otero, "La operación de cargar de significación las formas que maneja es propia del creador legítimo."
Yo en mi obra, es su primera legitimación.
 
 

 Rafael Reverón-Pojan, construir, destruir, armar, desarmar, ensamblar, pintar, reciclar, errar, comunicar, lugar, entorno, presencia, espacio emocional.

 Entrevista realizada por Alberto Asprino a Rafael Reveron-Pojan en torno a la muestra "Destruir-Construir"
en Spazio Zero Galeria, Caracas 10 de julio de 2016.